Una vida sensible
Hoy comienzo el proyecto de mi vida, ese que llevo preparando en mi cabeza y en mi corazón desde que tengo uso de la conciencia. Cada día, cada hora, a cada momento se van escribiendo hojas y hojas en mi mente que alguna vez he plasmado en cartas y libretas que se las ha llevado el tiempo, el polvo o el olvido.
Esta es la historia de una vida sensible, de mi vida. O mejor dicho de las vidas que ya he vivido y separo casi por capítulos, a la espera de las que estoy segura, están por venir.
Vidas marcadas por sentimientos intensos que me han marcado a fuego, cicatrices de amor, perdón, dolor, rabia, y mucha incomprensión.
Y es que vivir así no es fácil, nunca lo ha sido y si eres sensible (altamente sensible, dicen) y además inteligente, sabrás de lo que hablo. La vida vista a través de mis ojos es una visión panorámica de colores y matices, de lo que se ve y de lo que se intuye, es un lienzo de colores en el que entiendo o al menos lo intento, cada pincelada.
Siempre he sido consciente de mi diferencia y el paso del tiempo es el que ha ido contestando a mis preguntas y diciéndome quién soy, o quienes somos. Porque ahora sé que no soy la única que no encaja, que no funciona como los demás y además tampoco quiero.
Durante muchos años quise encajar, me castigada y me odiaba por no ser como los demás, veía a las personas con pensamientos tan sencillos y planos, con respuestas simples ante la vida, erradas o no, pero simples y me preguntaba porqué, porque yo no podía ser así. Mi cabeza es un jardín, una selva exótica en la que perderse es divertido y peligroso.
Hace unos años escuché por primera el vez el término PAS, que suena como un pase rápido para el metro o algo así, pero por poco que me guste la palabra, es lo que soy: Persona Altamente Sensible (término creado por la Dra. Elaine Aron). Y por fin a mis treinta años descubrí que este rasgo de la personalidad no era ni una enfermedad ni un estigma, y empecé a tomar conciencia de mi misma aceptando todo lo que me hace diferente, apreciando mi particular y especial manera de pensar y de vivir, y sobretodo a quererme mucho, que es algo que aprendí yo sola a mis veinte años antes de saber todo lo que vendría después. Pero vayamos poco a poco.